13 de Septiembre “Día del Bibliotecario"
En la fecha del nacimiento de Mariano Moreno, por haber sido éste el
creador de la primera Biblioteca Pública, se celebra en todo el país el
Día del Bibliotecario.
Ardua tarea la de estos profesionales que ya
destacamos en otra oportunidad Hoy rescatamos este cuento en su honor.
Dijo Dios: “funda bibliotecas por todo el mundo, selecciona los
documentos de mayor calidad, organiza la información, presta servicios
de excelencia y vela por el interés de los usuarios.
Mantén actualizado el catálogo y confortable la sala de lectura, pero no
escuches la Voz de las Tinieblas, porque si lo haces te confundirás y
desaparecerás como profesional”.
El bibliotecario hizo todo cuanto Dios le pidió. Levantó bibliotecas
en bellos edificios e incorporó en ellas todo tipo de documento creado
por el hombre para registrar la información: tabletas de arcilla, rollos
de papiro o pergamino, códices de pergamino o papel, libros, revistas,
diarios y boletines impresos y toda la gama de documentos icónicos,
audiovisuales, tridimensionales y legibles por computadora, incluyendo
aquellos disponibles en Internet.
Inventó y reinventó el catálogo (y con él la recuperación de
información), que evolucionó desde las antiguas bibliotecas sumerias
hasta las bibliotecas ciberespaciales. Lo mismo sucedió con múltiples
herramientas y métodos de trabajo: normas de catalogación, sistemas de
clasificación, vocabularios controlados, el análisis por facetas y la
indización pre y poscoordinada, el servicio de referencia y el de
circulación, incluyendo el préstamo interbibliotecario y la conmutación
bibliográfica. Capacitó a las personas en todo lo necesario para acceder
a la información. Adoptó normas de calidad y definió indicadores de
desempeño específicos para las bibliotecas con el fin de evaluar y
mejorar sus procesos, productos y servicios. Para todo ello utilizó la
tecnología de punta disponible en cada época y en cada lugar, desde el
punzón requerido para la escritura cuneiforme hasta la computadora y las
telecomunicaciones del siglo XXI. Alzó su voz en contra de la censura y
en defensa del derecho de todos a la información.
Elevó su carrera a los más altos niveles universitarios, convirtiéndola en una profesión útil, noble y digna.
Pero una mañana, mientras el bibliotecario realizaba sus tareas
habituales, sintió una voz ronca y tenebrosa que le llamaba: “Ven,
acércate”. El bibliotecario giró la cabeza y observó, entre incrédulo y
sorprendido, la visión de un árbol seco y retorcido, de negro tronco y
negras ramas.
La voz insistió: “Ven, acércate”.
Temeroso, pero lleno de curiosidad, el bibliotecario se acercó con
precaución. Una sensación sobrenatural se apoderó de él y el lúgubre
manto de la noche cubrió la zona, en pleno día.
“Pero acércate, no tengas miedo” – volvió a escucharse.
“¿Eres la Voz de las Tinieblas?” – preguntó el bibliotecario con ingenuidad. “Dios me ha recomendado que no te escuche”.
“Pero no digas tonterías; dialoguemos y verás que esta conversación te conviene” – contestó la Voz.
El bibliotecario se acercó a la extraña planta, lo suficiente para
ver las víboras que arrastrándose por el suelo comenzaban a enroscarse
en el tronco.
“¿Quién eres?” – preguntó intrigante la Víbora Primera, al tiempo que mostraba su venenosa lengua de dos puntas.
“Soy el bibliotecario” – contestó éste con seguridad.
“¡Ja, ja, ja! … Pobre … ¿Pero en qué mundo vives? ¿No sabes que ahora te llamas documentalista?”.
“¿Qué estás diciendo?” – intervino la Víbora Segunda – “lo correcto
es especialista de la información o científico de la información”.
“Gestor de información, nena, los otros términos ya fueron” – interrumpió la Víbora Tercera.
“Mejor en inglés, information manager” – opinó la Víbora Cuarta – ” si eres el jefe chief information officer o CIO”.
“Yo prefiero gestor del conocimiento, knowledge manager o chief
knowledge officer” – agregó la Víbora Quinta con aires de sabelotodo.
“Pero con esos títulos, nadie va a saber quién soy ni qué hago” – reaccionó el bibliotecario”.
“Precisamente, de eso se trata” – le informó la Víbora Sexta – “todo
el mundo se preguntará qué es y qué hace esa persona, pero como a nadie
le gusta pasar por ignorante, se limitarán a decir …
¡Ahhh qué interesante!”.
“¡Bibliotecario!” – recalcó con desprecio la Víbora Séptima – “¡no
existes! ¡Desapareciste con el meteorito que extinguió a los
dinosaurios!”.
Todavía resonaban en su mente las risas de burla de los reptiles
interlocutores, cuando el bibliotecario se dio cuenta de que,
repentinamente, la visión había desaparecido. Invadido por el temor, se
ocultó entre los estantes del depósito. Desde allí escuchó la voz de
Dios que le llamaba:
“Bibliotecarioooooo, ¿dónde estás? … ¿Qué haces ahí? … ¿por qué te escondes?”.
“Porque me da vergüenza que los demás me vean con esta profesión de
murundanga que tengo” – contestó el bibliotecario, sin atreverse a
levantar la mirada del suelo.
“¿Quién te ha hecho pensar que es una profesión de murundanga? ¿Acaso
le has prestado atención a la Voz de las Tinieblas?” – preguntó Dios.
“Las víboras me llamaron con insistencia y no pude evitarlo…” – lloriqueó cobardemente.
Entonces Dios se enfureció con el bibliotecario y pronunció su severo castigo:
“Por haber escuchado la Voz de las Tinieblas vivirás para siempre en
la confusión y la falta de identidad. Te echaré de la Dirección de la
Biblioteca que será ocupada por otros profesionales, aunque no sepan
nada al respecto, mientras el público será atendido por un empleado
administrativo que ganará más que tú. Te ocuparás de los procesos
técnicos, pero todos te harán sentir que “sólo sirves para hacer
fichas”. Cuando solicites un ayudante catalogador, te asignarán personal
de maestranza bajo tratamiento psiquiátrico y nunca te comprarán un
tesauro actualizado. En promedio ganarás dos sueldos mínimos al mes y
nunca lograrás un estatuto profesional que te proteja”.
“Cualquiera vendrá y te dirá “no se dice usuario, sino cliente” y tú
lo repetirás como un loro, aunque hayas dejado la vida para satisfacer
al usuario. O te dirán: “el paradigma de la biblioteca ya no es la
conservación sino el acceso” y tú te impresionarás con la frase, aunque
hayas pasado siglos facilitando el acceso. Tu lugar de trabajo será
llamado centro de documentación, centro de materiales didácticos, centro
de información o centro de gestión del conocimiento, y cuando la
confusión entre todas estas organizaciones -que en definitiva hacen lo
mismo- sea inmanejable, entonces las llamarás unidades de información o
UI. Por supuesto, la sociedad no será capaz de diferenciar entre ellas y
las seguirá llamando biblioteca”.
“Víboras nacionales y extranjeras dictarán cursos inútiles en los que
sólo aprenderás que catalogación se dice descripción bibliográfica y
que la clasificación ha pasado a ser organización del conocimiento;
términos desconocidos para cosas que tú mismo inventaste. Además de
confundirte, pagarás estos cursos a precio de oro y saldrás de ellos
sabiendo lo mismo que sabías antes de inscribirte”.
“Pondré enemistad entre los bibliotecarios universitarios y no
universitarios y haré proliferar títulos en Bibliotecología con uno a
cinco años de estudios, pero todos accederán a los mismos cargos y
salarios; así permanecerán eternamente divididos y frustrados. Jamás te
pondrás de acuerdo con otro bibliotecario”.
“Hasta que llegue el día en que revalores en serio tu profesión y tu
propia terminología, te revalores a ti mismo y a los numerosos
bibliotecarios que han ofrecido su creativo aporte para que, ¡durante
milenios!, los seres humanos hayan podido acceder a la información.
Entonces, si todavía estás a tiempo, te perdonaré”.
Autora:
Ana María Martínez Tamayo