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Julio
Cortázar comenzó su peculiar universo literario entre un
realismo atronador y descarnado y el existencialismo más tópico.
Sin embargo, con el trascurso de los años, la fantasía y la magia
entrarían a formar parte de su escritura, participando, casi creando,
la corriente literaria conocida como realismo fantástico. Su orientación
intelectual lo llevó a identificarse con el irracionalismo, el movimiento
que se oponía al positivismo reinante a fines del Siglo XIX. Gran
parte de su obra constituye un retrato, en clave surrealista, del
mundo exterior, al que considera como un laberinto fantasmal del
que el ser humano ha de intentar escapar. |
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Sus obras
en general muestran la vida que él tuvo, sus ideas y sus lugares preferidos,
como París y Buenos Aires. Cortázar se negó siempre a dar explicaciones
al lector. Muchos de sus cuentos tienen su origen en elementos oníricos,
en sus sueños y pesadillas y, de alguna forma, sus relatos también le
significaron autoterapias a ciertos síntomas neuróticos. Se consideraba
un escritor aficionado, a pesar de su amplio repertorio; esto en parte
porque siempre sintió que la escritura y la literatura eran sólo uno
de los momentos de su vida, pues dedicaba mayor tiempo a la música,
sin duda, una de sus más grandes pasiones. Declarándose músico frustrado
al que no se le dio el don para la práctica musical, dedicó toda su
vida a lo único que decía hacer bien: a escribir. Sin embargo, para
él la escritura era una operación musical, "...la noción del ritmo
y de la eufonía", pero por mucho tiempo se negó a publicar poesía
pues le era una actividad un poco vergonzante.
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